Introducción
Las viñetas de Rafa Maltés son herederas de los mejores ejemplos del humor gráfico español, de ese humor negro, mordaz y necesario, que desde la época de la transición hasta hoy (y cuyos mejores representantes quizás sean El Perich, Chumy Chúmez o El Roto) nos ayudan, con su punzante ironía, a navegar las espesas aguas de la desinformación imperante en los medios.
Sobrias y directas en sus imágenes y certeras e implacables en sus frases, sus viñetas son como disparos, dardos visuales que dan en el blanco, que abren un agujero en la superficie marmórea del ruido mediático, una mirilla a través de la cual podemos atisbar pequeños retazos de lo real.
Sus imágenes, construidas a partir de fotografías, son desprovistas de cualquier detalle superfluo. La escena está compuesta con los mínimos elementos necesarios, los imprescindibles para que la maquinaria semántica funcione y la forma adquiera casi un estatus de símbolo.
Para reforzar todavía más su carácter certero, la fuente fotográfica está tratada a la manera de los stencils de los grafiteros, separando drásticamente la luz de la sombra, haciendo que la presencia de las formas sea dramática. La imagen resultante tras esa criba de lo accesorio adquiere un carácter ideal, en el sentido platónico del término, y trasciende lo particular para convertirse en una plantilla con la que puede dibujarse lo global.
Me gusta imaginar estas viñetas como escudos, antídotos o trajes protectores con los que podemos ahuyentar y repeler las embestidas incansables de la publicidad, el B.O.E, las ruedas de prensa, los comunicados oficiales o las campañas electorales.
No es pequeño su cometido, como tampoco son pequeños sus aciertos.